domingo, 31 de mayo de 2015

La rabia y el motor de la historia

El viernes 15 de mayo quedaron ratificadas demasiadas verdades. Una de ellas de tinte filosófico político, si es que ambos significantes pueden separarse. 
Durante gran parte de los años ´90, y antes también, cientos de especialistas de la realidad, esos chamuyeros que reciben miles de dólares por repetir sentencias que ni ellos se las creen, nos dijeron que la Historia, así, con mayúsculas, había finalizado. A grandes razgos, se trataba del velorio a un barbudo que allá lejos, hacía más de cien años, había afirmado que el enfrentamiento de las clases motorizaba el funcionamiento del mundo. Muchos lo creyeron, lo hicieron dogma y asistieron al entierro vestidos de frac y con una enorme sonrisa en sus caras. 
Dos cuestiones. Una, el viernes 15 de mayo escribimos, todos y todas, un gran relato. Uno que es parte de una novela aún más extensa, que no se terminó. Dos, hicimos historia. Pero no desde la soberbia. Jamás a partir de creernos superiores. Todo lo contrario. Hicimos historia porque nadie más que nosotros, hombres y mujeres, podemos hacerla. 
La historia con mayúsculas no existe por fuera de nuestros cuerpos y mentes. Lo que intentaban decirnos, y aún lo hacen, es que nosotros ya no éramos protagonistas, que no teníamos poder de decisión, que se trataba, en definitiva, de la muerte de los grandes relatos.
Trataron de convencernos de que muerto el perro, muerta la rabia. Grave error. La rabia nunca se extingue. Es como el fuego. Arrasa con todo.

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